martes, 7 de agosto de 2007

IMÁGENES

Foto: Maiken Havarstein


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Foto: Maiken Havarstein


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Foto: Maiken Havarstein


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Foto: Maiken Havarstein


viernes, 20 de julio de 2007

TEMPORADA EN AGOSTO


JORGE ENRIQUE RAMPONI: “El páramo de huesos”

(fragmento)

Alto sitial de angustia.
Devoro pan impío, piedra de soledad incorruptible
Escarnio son las alas
si es libertad batirlas bajo la ubicua trama de una alevosa red,
que nadie, astuto, burla, y al cabo nos apresa;
al filo de algún ojo de implacable perfidia
que el corazón percibe como el feroz acecho de un verdugo infinito.

Sufro en mi acantilado
soportando la injuria de una hiel incisiva que me cala hasta el núcleo,
de una sal rencorosa
que al sazonar mi tierra leuda mis elementos para un cárdeno rito.

Desertar no pudiera
bajo el código astuto del tirano que me inscribe en su pavorosa geometría,
no tan rígida aún
que el viento del terror no erice el polvo en el cuadrante vivo del esclavo,
la víctima, el hereje.

Rodeado por las algas
fanáticas de un numen que inciensa mi condena con bálsamos atroces,
muerdo la voz, como una gran navaja de hielo y desventura,
con el arrojo infausto del héroe abandonado en el desastre.

Peor que solo en la noche fronteriza del caos.
Asistido en el trance por alguien que es yo mismo del revés, en mi ausencia;
arrastrado a una cita quizá con el fantasma que habita mi reverso,
sin oír los sollozos de aquel íntimo arcano forzado a ser mi guía,
forzado a custodiar mi lámpara de sangre,
arriesgo el alma al filo de algún nefasto arrullo
entre el coloquio estéril de la lengua y el eco.

Alguien llama en el quicio pero se desvanece.
Sin duda
no merezco aun la mano cuyo fervor perverso fundiría el cordaje.

Debo cegar primero es ternura en flor, viciosa por tardía,
que hace temblar mi polen desnudo al filo de la zarpa.

-- No, no hace el escudo al héroe
sino el íntimo temple del denuedo.

-- Quien persiga la gema final de su inocencia
persevere y acendre su quilate en el martirio.

Acaso deba absorber de pie mi propia muerte,
hasta exaltar mi sino sobre la oscura ley fanática del mártir,
para dar a mi vida un alto destino de campana.

Me abismo en la consigna. Debo alcanzar el don aciago.
Lo quiere el corazón, probado en las más crueles latitudes del hombre,
penitente en los climas extremos del peligro, del éxtasis y el caos.

Desde el abrupto amor
con garras y delicias de un arduo paraíso contiguo a la locura,
hasta la soledad quemante del hereje sembrada de agonías;
desde el pavor del dédalo sin dios, cavado a dientes y uñas contra el mundo,
hasta la cumbre altiva de una alegría astral, lindera al sacrilegio.

jueves, 19 de julio de 2007

ARMANDO LO DISCÉPOLO


Pompeyo Audivert

A veces se cree que las obras responden a un plan preconcebido de hablar de algún tema, esto suele ser un mito, las obras surgen también, por lo menos en nuestro caso como consecuencia de la confluencia de una investigación formal y una temática histórica.

Nuestro grupo venía trabajando sobre cuestiones técnico-escénicas vinculadas a la creación colectiva, ese era nuestro tema central. Utilizábamos, para hacer andar nuestra máquina teatral lo que llamamos temas aparentes, es decir, temáticas históricas de convención, eran los leños que hacían andar nuestro dispositivo escénico.
Cruzábamos temas tales como la tragedia griega y el peronismo, la historia argentina y el hospital, en eso estábamos cuando recibí la invitación de Argentores para participar del ciclo homenaje a Armando Discépolo.
Ahí apareció la idea de cruzar a Discépolo en nuestro trabajo. Al relacionarse ambas cosas surgió esta obra tan extraña e interesante que nos supera y va más allá de cualquier plan preconcebido y que habla, ahora podemos verlo, de la patencia del tiempo histórico, tanto del pasado como del presente.

Todo presente tiene la intensidad existencial que se deriva de su conexión con el pasado del que viene y de la perspectiva hacia el futuro que dicha conexión establece. Creo que en nuestro presente y por motivos que esquemáticamente podrían denominarse “etapa avanzada del capitalismo” esa relación con el pasado se encuentra rota, por lo tanto nuestra perspectiva a futuro es incierta. Nos encontramos en una situación de desmayo histórico, el cuerpo social y el individual no encuentran una relación histórico-temporal cierta, estamos en el aire de un desastre, de una caída, hemos perdido el conocimiento, nuestro tiempo es vacío, inconsistente y sin significado.
Entrar en contacto con la obra de Armando Discépolo y su tiempo histórico nos permite hablar en contraposición, de una época incandescente, donde las perspectivas de superación del pasado creaban unas condiciones extraordinarias de plenitud que le daban a aquel presente la patencia de su potencialidad, la fuerza de su futuro. Anarquismo, socialismo, inmigración, padres superados por sus hijos, conciencia de clase, revolución, eran la condición a la vez dolorosa y plena de un cambio en curso que dotaban a ese presente de sentido perspectiva y significado.

En lo teatral el grotesco como superación del sainete, las contradicciones, la imposibilidad y el dolor social e individual a escena, todo lo tapado a la vista, un teatro de la miseria humana echando luz a la realidad, acicateándola. Entramos en contacto con esas formas y esos contenidos sin intentar enterrarlos en un homenaje póstumo y los pusimos a funcionar en nuevas relaciones formales tomándolos como materia viva y rota, como en un calidoscopio, nos encontramos con un foco emocional puro y presente que da cuenta del potencial de “nuestro” tiempo histórico y de su verdadera significación.

Tomamos fragmentos de varias obras de Armando Discépolo: Muñeca- Stéfano- Patria grande- Babilonia- Relojero. Los actores funcionaron como un dramaturgo estallado y crearon los textos en donde todos esos fragmentos se reconfiguran en esta nueva obra.

Fue un proceso muy rico, una verdadera creación colectiva.